viernes, 30 de marzo de 2012

Artículo publicado en "La Web de Fede"



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marzo 30, 2012 por Jordà Sánchez Febe

La web de Febe

Donde te contaré de lo que pienso y escribo, o al revés


En recuerdo de Jordi Puerta Morote
6 de diciembre de 1995 – 25 de marzo de 2012

Se incorpora el compañero al trabajo después de dos días de ausencia. “¿Ya te encuentras bien?” –le preguntamos. Y se le descompone totalmente la expresión. Vemos que hace un esfuerzo por hablar, y que nos lo va a decir. Lo que sea, que no es bueno, que ya lo vemos. Que pinta a tragedia. “Mi sobrino –comienza-, el hijo de mi hermana, de dieciséis años, ha muerto”. Se le rompe la voz, y le tiembla el labio inferior, y los ojos, que ya lleva colorados, se le humedecen. Y nos busca la mirada, y no añade nada más por el momento, porque no puede, porque no hace falta, porque no hay palabras que puedan describir toda su desolación aunque lo intente.

Alguno de nosotros enmudece, alguna no puede contener una exclamación de aflicción, y mientras el compañero intenta contarnos su pena a través de los pensamientos oscuros e incrédulos que le han rondado estos tres días, vamos rompiendo a llorar, uno por uno, uno tras otro.
“Fue con la bicicleta, una mala caída, el manillar le golpeó el corazón. No se pudo hacer nada… Me llamó un amigo, diciendo que estaba muy grave, y cuando llegué al hospital… -aquí se detiene, llora, vuelve-. Ya estaba muerto… No podía ser. No podía ser, que yo le había visto esa semana hablando, riendo, en sus cosas. Y estaba allí, en un box, tan guapo… dormido…”.
Y nos sigue hablando de la desesperación del padre, de los tíos, de los momentos de llanto de la abuela y de muchos otros familiares y amigos, del estado de shock de la hermana, de los primos… Nadie se lo cree, porque no puede ser. Todos miran al joven, al niño, más guapo que nunca, tan dormido… Y la madre serena, que le contempla, que quiere verlo hasta el último momento, que no se aparta de su lado. Su dolor no se puede calibrar, es la madre.
“¡Qué vida tan corta!” –le dicen. Y ella responde: “¡Pero qué intensa!”. “Qué muerte tan rápida”. “Sí, qué suerte. Sin sufrir, sin agonía…”. Es una madre. Que hará por salir hacia delante a pesar de su terrible pérdida. Por su hija, por su marido, por ella misma. Por su hijo que se ha ido. Para honrar su memoria, porque su vida fue un regalo para ella, y para intentar que haya merecido la pena para otros. Porque hay que valorar bien las cosas, y tener un buen orden de prioridades, y no andar corriendo de un lado para otro, y disfrutar de las personas, de los nuestros sobre todo mientras están cerca…
A esa madre, al padre, a la hermana, a la familia entera, les esperan días muy difíciles en los que la ausencia del niño será lacerante, angustiosa, enloquecedora tal vez. Pero se tendrán unos a otros, su cariño mutuo, estando pendientes más o menos discretamente, aportando sonrisas en cuanto se pueda, por los otros niños, por los mayores, por la vida.
Escribe mi compañero en una nota para los amigos y compañeros del trabajo: “Como de costumbre, no echamos de menos a nuestros seres queridos hasta que nos faltan. Me he perdido muchos momentos buenos por no estar más cerca de mi sobrino Jordi. No dejéis que os pase a vosotros. De aquí en adelante no voy a perder el tiempo con  palabras: prefiero abrazos y besos. Los que no le pude dar a él, aquí los tenéis…”.

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